miércoles, 21 de marzo de 2012

¿PARA QUÉ ÁLVARO POMBO? UNA REHABILITACIÓN POÉTICA



«¿Ves tú una ciudad detrás?»
En 1977 un hombre de 38 años llega a España gracias a la complicidad de dos escritores, Rosa Regàs y Juan Benet.  Ha vivido casi doce años en Londres trabajando como telefonista en una sucursal bancaria. Se llama Álvaro Pombo y es un poeta santanderino. Después todo se complica: publica un primer libro de relatos ese mismo año, gana el Premio Herralde de narrativa en 1983, el Premio Nacional de la Crítica en 1990,  el Nacional de Narrativa en 1996 e ingresa en la Real Academia Española de la lengua en 2002. Todo se complica, decía, porque 25 años después de su regreso a España el poeta ha sido olvidado y en su lugar reconocemos solamente a un novelista. ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué? ¿Es esto justo? En 2004, sin embargo, la editorial Lumen —entonces ya propiedad de Random House Mondadori—  publica Protocolos (1973-2003), una recopilación salvífica que reagrupa su obra poética, con un interesante material paratextual: prólogos, epílogos, notas, y un par de textos largos sobre su poesía. Pombo había escrito, hasta ese momento, Protocolos (Biblioteca nueva, 1973), Variaciones (Lumen, 1977, I Premio de Poesía El Bardo), Hacia una constitución poética del año en curso (La Gaya Ciencia, 1980) y Protocolos para la rehabilitación del firmamento (Lumen, 1992). Seis años después, en 2009, se publicará el último poemario de Pombo hasta la fecha, Los enunciados protocolarios, en la colección de poesía Vandalia, de la Fundación José Manuel Lara, colección dirigida por un poeta sevillano, Jacobo Cortines.

Sin embargo, la poesía de Pombo, salvado el escollo de la descatalogación gracias al volumen de Lumen en 2004, sigue corriendo el peligro de quedar varada en una playa ignota. Aprovecho esta oportunidad para carenarla de firme.



«Ahí están las islas la bajamar los balandros las playas de entonces»



Las circunstancias de publicación de los poemarios de Pombo adolecen del mismo mal que preside toda la narrativa pombiana: la falta de substancia. Dice José-Carlos Mainer en un artículo  que la substancia, tomada en su acepción filosófica medieval, apela a aquello que en las cosas permanece, que está por debajo y es su base: sub stantia. Si Álvaro Pombo es hoy en día una figura conocida y, a su vez, un inmenso poeta desconocido, esto se debe a que su poesía publicada carece de substancia, de una base suficiente (extraliteraria) para su permanencia.

«He vuelto a ver a este incisivo Leonardo Loredan»









































































































El primer libro de Álvaro Pombo, Protocolos, se publica en 1973, cuando el poeta ni siquiera vive en España (no hay modo de relacionarse con la institución literaria) y además ve la luz en una editorial longeva pero con un peso poético nulo por entonces. El segundo libro, de 1977, es un caso curioso. El libro se publica en la colección El Bardo, editorial en manos de Lumen, tras ganar el primer premio que convoca la colección para poetas desconocidos. José Batlló, editor de El Bardo en los 60 y jurado de aquel premio (junto a Barral, Esther Tusquets, José Agustín Goytisolo, Juan Antonio Masoliver y Juan Ramón Masoliver), explica que el premio  concedido a Pombo se le otorgó «casi sin querer». En plena decisión del ganador, el jurado se dividió entre dos candidatos. Como no había manera de desempatar, optaron por premiar al tercero: Pombo. Mientras tanto, los destinos de la poesía de los setenta y los ochenta se decidían en editoriales nuevas como Visor o Hiperión.

Su tercer libro, en 1980, se publica en La Gaya Ciencia, una editorial cuyo catálogo estaba dedicado principalmente a los libros de difusión y a los clásicos de literatura infantil adaptada, y que dirigía Rosa Regàs. Doce años después, en 1992, Lumen publica el cuarto libro de Pombo, Protocolos para la rehabilitación del firmamento; algo más bien achacable a la buena relación entre Pombo y Esther Tusquets. Han de pasar todavía doce años más para el siguiente movimiento: la recopilación llevada a cabo en Lumen es afortunada pero no por ello menos miraculosa.  En 2004 apenas hace dos años que Pombo ha entrado en la RAE, es un prestigioso novelista (no olvidemos que en un par de años ganará el Planeta) y se cumplen 30 años desde su primer libro de poesía. Consumidos esos intereses, Pombo dejará de publicar en Lumen para hacerlo en una pequeña editorial de Sevilla.

«Nos empequeñecieron los árboles que nunca vimos juntos»


La recepción crítica de su obra ha seguido un camino parecido, marcado por la discreción o por el olvido. Durante una década entera (entre 1973 y 1984) no se registran artículos sobre su poesía. Es en los 80 cuando Juan Antonio Masoliver Ródenas, que conoció al autor en Londres, comienza su andadura y se convierte en crítico privilegiado de la obra pombiana. Este camino todavía dura y ha dado sus frutos en uno de los libros imprescindibles para entender al Pombo poeta. Voces contemporáneas (Acantilado, 2004) recopila dos década de artículos sobre el escritor, aunque ni es un volumen dedicado exclusivamente a Pombo, ni las páginas que se le dedican están enfocadas principalmente a su poesía.  Si bien —lo digo de memoria— solamente hay un artículo que se ocupa estrictamente de la poesía, hay que subrayar que Masoliver Ródenas es el primero en explicar la emergente obra narrativa de Pombo desde los presupuestos de su poesía. En cualquier caso, este libro no se publica hasta 2004, de modo que, durante treinta años de obra poética, el seguimiento del poeta es casi inexistente. A esta aparición, discreta, se le suman tres más durante el nuevo siglo. La primera tiene lugar tres años antes de Voces contemporáneas, en 2001, y se trata de Los cielos rasos de Álvaro Pombo, un dossier monográfico coordinado por Domingo Ródenas para el número 209 de la revista Quimera. En él destaca una entrevista con el propio Ródenas (donde Pombo se enfrenta por primera vez a una crítica de su poesía) y un interesante artículo de Ernesto Calabuig (La poética de Álvaro Pombo: una enumeración y rehabilitación del mundo) que introduce la lectura rilkeana de la obra del poeta, entre otras cosas. Una segunda aparición es la publicación de Protocolos (1973-2003): a parte de los poemarios, incluye el texto de Calabuig y un texto clave de Wesley J. Weaver III (Not ideas about the thing but the thing itself: una introducción a la poesía de Álvaro Pombo)A este corpus reunido hay que sumar media docena de artículos en prensa durante ese mismo año. La tercera aparición tiene lugar entre el 1 y el 3 de noviembre en Neuchâtel, donde se celebra el Coloquio Internacional Álvaro Pombo, cuyas ponencias publicará en 2007 la editorial Arco Libros, con un solo texto sobre su poesía a cargo de Carlota Casas Baró (Protocolos de Álvaro Pombo). A día de hoy, y por lo menos en Catalunya, este libro está (casi) descatalogado y su presencia en las bibliotecas es ninguna (con la salvedad de las estanterías del Ateneu y la Universitat de Lleida).

Pintura de Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939)


Una tercera vía que explica la pésima recepción poética de la obra de Pombo es el trato que se le ha dado durante la construcción de la tradición literaria. El volumen noveno de la serie de referencia Historia y crítica de la literatura española coordinada por Francisco Rico, titulado Los nuevos nombres. 1975-1990, a cargo de Darío Villanueva, y el apéndice de Jordi Gracia, que se extiende hasta el año 2000, no mencionan de manera consistente al Pombo poeta, solo se refieren a él como narrador. Además, la estructura de esta colección (tripartita en Novela-Poesía-Teatro) es asfixiante, no permite el trasvase entre discursos (que sí practica Masoliver Ródenas en su libro) y parece obedecer más bien —por lo menos en cuanto a Pombo— a una fenomenología evidenciable de la literatura.  


Escultura de Ramón Muriedas (Villacarriedo, 1938)



Recientemente, en este 2011, ha visto la luz la obra Derrota y restitución de la modernidad. 1939-2010, coescrita por Domingo Ródenas y Jordi Gracia, donde se dedican casi diez páginas a la obra de Pombo y, si bien, se privilegia su peso narrativo, la faceta novelística está compaginada con la poética.

Todo este panorama explica la poca repercusión de una de las mejores voces de la poesía española del siglo XX y del siglo XXI; pues el mejor libro de Álvaro Pombo, Los enunciados protocolarios, está escrito en 2009.

Para terminar esta primera parte, he aquí un ejemplo de lo que no sabemos, pero podríamos saber en caso de existir una recepción adecuada: la poesía de Pombo como experiencia plástica. Una vía formal que, si tenemos en cuenta la morfología de su teoría poética —hay dos grandes formas en el pensamiento poético de Pombo: la unidad reunida y la pluralidad disgregada, la imagen y la palabra—, podría servirnos para entender muchísimo mejor su poesía.

En uno de los textos de Voces contemporáneas, Masoliver Ródenas habla de poesía cézanniana para referirse a cierto tratamiento poético en uno de los poemarios de Pombo: el uso de la luz, el color y las formas introducen una perspectiva nueva en el análisis de su poesía, dominado por la explicación de raíz filosófica. Si juntamos este apunte con algunos referentes de su primer libro, descubrimos a un Pombo que recorre con placer galerías y museos londinenses.  A este dato hay que añadir la existencia de un texto de Pombo, publicado en 1995 en la revista de arte Guadalimar, sobre la escultura del artista cántabro Ramón Muriedas. En ella podemos ver a un Pombo muy interesado por la reflexión sobre lo matérico, un interés que perfectamente podría redirigirse hacia su obra, con grandes resultados. El último elemento significativo en esta dirección plástica es la edición original de Hacia una constitución poética del año en curso, de 1980. Allí descubrimos (no así en la recuperación de 2004) que el libro estaba ilustrado, y mucho, por el arquitecto, escultor y pintor santanderino Juan Navarro Baldeweg. Pero, sin una recepción adecuada, todas estas pistas están condenadas al olvido.



*Publicado originalmente en mamajuanadigital.com.

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